martes, 10 de febrero de 2015

Siempre he empatizado con con la gente sigilosa, todo el tiempo pendientes de su alrededor.
Ser excluido de la sociedad me atrae pero no es para mi, pude conservarme en el medio.
Ver una cabeza agachada, mirarnos fijamente, sentir el rechazo por genética. Sólo me gustaría poder saber que piensan de mi al verme. Soy igual a todos.

Mi segunda madre, de origen común siempre me trato como un igual y me enseño, indirectamente, el dolor de no haber nacido en la felicidad. Nunca tuvo una inspiración más allá que lo biológico; nacer, crecer, reproducirse y morir. Siempre alegre y llena de vida, me dio los inicios de estas ideas: aceptación de las realidades, siempre hay distintas formas de ver todo. Tener o no tener no me hace diferente.
Lo que ella no logró fue el tener una pasión y eso hizo su vida simple.

Me gusta observar a la gente que veo en mis recorridos diarios, siempre en su pedo. Creo que hay personas que simplemente viven y corren como un río, es absurdo solo dejarse llevar. Ir en otra dirección es lo que hace a la vida, vida. Todos podemos hacerlo pero la mayoría no quiere. Este tipo de gentes son las que más me interesan, no para tener una relación,  simplemente observarlas y que ese acto temporal quede plasmado en mi como la mancha de plumón que dejaste en tu casa de niño.
Hay personas que a simple vista puedo reconocerme, estas son las personas que comúnmente son mis amigos. No hay nada que estudiar y no me atrae sólo contemplarlas.
Yo se que solo soy otro personaje sin sentido en la vida de mis espectadores temporales.



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